martes, 26 de febrero de 2008

Muchos de nosotros somos como espejos, y como tales, nos pasamos la vida reflejando imágenes que no son nuestras, que nada tienen que ver con nosotros… ya sea por miedo a ser rechazados, o a no ser aceptados, o queridos, o amados, jugamos a ser lo que no somos… así, tratamos de que los demás nos vean como pensamos que ellos esperan que seamos.
Pero es extraño el destino del espejo, pues sólo es a través del reflejo de quien en él se mira, ya que no tiene identidad propia, ni deseos, ni sueños, ni miedos, ni sombras… nada… tan sólo el vacío que queda en su imagen cuando el reflejo lo abandona.
Y esto mismo nos sucede cuando tratamos de ser quién no somos. Llega un momento que, de tanto esforzarnos para que los demás nos vean de cierta manera, perdemos nuestro verdadero yo… y con él, perdemos nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras singularidades… todas esas cosas que nos hacen únicos, que definen quienes somos en realidad.
El problema es que una vez que hemos perdido todo eso, quedamos vacíos… y cuanto más vacíos nos sentimos, más nos esforzamos por ser como creemos que debemos ser para ser aceptados, queridos, amados, y más nos alejamos de nosotros mismos, perdiéndonos aún más… y así entramos en un círculo del que no podemos salir, en el que nos hundimos sin parar.
Pensándolo de esta forma, cuanto más simple sería ser quienes somos en realidad, reflejando sólo nuestra propia imagen, siendo siempre nosotros mismos… el tema es que, a diferencia de Alicia – la del país de las maravillas – no nos animamos a mirar que hay adentro de nuestro espejo… creo que tememos encontrar lo que ya sabemos que hay ahí, pues – en el fondo – sabemos que si miramos hacia adentro, si miramos más allá de ese disfraz que tratamos de mostrar a los demás, no vamos a encontrar otra cosa que a nosotros mismos… y si imaginamos como sería el mundo detrás de un espejo, nos damos cuenta que, para que del lado externo se vea al derecho, del lado interno todo tiene que estar al revés… y en efecto así nos sentimos internamente, como que nuestro verdadera forma de ser, nuestro verdadero yo, está a contramano de todo el mundo, que somos exactamente al revés de cómo deberíamos ser…
Es extraño, porque sabiendo eso, tratamos entonces de cambiar nuestra forma de ser, de cambiar internamente para ser como todos – según nuestras creencias – esperan que seamos, y no nos damos cuenta que, dado que del lado de afuera del espejo todo se ve al revés de cómo es adentro, terminarán viendo esos cambios exactamente al revés… justamente lo opuesto a lo que buscábamos… y así seguimos estando solos, ya que ni siquiera nuestro propio yo está con nosotros (después de todo, porque va a querer estar con nosotros si fuimos los primeros en abandonarlo).
Así que creo que para dejar de sentirnos invisibles ante los ojos de los demás, los primeros que debemos mirarnos somos nosotros mismos, y una vez que hayamos aceptado lo que escondemos detrás del cristal del espejo, salir de ahí atrás y dejar que los demás también lo vean… de última, si no les gusta lo que ven, igual no nos quedaremos vacíos, pues nuestro propio yo estará con nosotros…

lunes, 25 de febrero de 2008

Espejo

Vacío
- así me has dejado -
como un espejo que,
ya no teniendo a quién reflejar,
reposa inexpresivo
en el eterno olvido.

Me pediste la perfección,
y me la ofreciste en una fórmula inalcanzable,
- como un seguro a mi eterna frustración,
al perpetuo conflicto de mi ser -
como una daga que,
clavada en un tierno y pequeño corazón,
se retuerce en constante agonía,
encontrando su placer en causarle dolor.

He mutado tanto,
que ya no sé quien soy.

Mi esencia se ha perdido en tu desprecio.

La ausencia de tu mirada
me ha vuelto invisible
- ya nadie me ve -
y en mi soledad ya no existo.
Solo quedan vestigios de aquel niño
que alguna vez fue,
pero que ahora,
abrumado por el peso de sus fallas
- que una a una te has encargado de señalar -
ya no es lo que ha sido.

Maldita la imagen de ese espejo,
perfecta,
sin fallas,
inaccesible,
tan lejana como el amor que alguna vez creí me ofreciste.
Maldito el día que creí en ti,
en la perfección que presentabas,
tan falsa como el amor que prodigabas,
o el juez en el que te erigiste.

Roto,
como los pedazos de ese espejo vacío,
o esos roles que me hiciste jugar
y que no me pertenecían.
Roto,
así has dejado mi corazón,
del que he arrancado tu daga,
mientras lamo mis heridas.

Ya no soy tuyo,
te lo devuelvo todo
ya que nunca fue mío,
ya no podrás cubrir tus errores con los míos.



“De que Eva anterior al paraíso, de que divinidad indescifrable, somos las personas un espejo roto.” (La mancha de Rolando)

martes, 22 de enero de 2008

La luna de plata

Nunca sentí tanta fuerza dentro de mí
es como un trueno en mi corazón
mirando dentro de tu alma
incapaz de ver el color
sueño con los ojos abiertos
la mirada perdida en la pared
y eso podría ser mi alma
lo sabes tu? yo no lo sé

Quienquiera que alguna vez haya sentido
una herida quemándole el alma
como una estrella, que siendo una brasa,
quema la noche y su luna de plata

La oscuridad penetra en mi mente
ya no siento más el dolor
solo tú mantienes mis latidos
evitando mi tumba, mi muerte de corazón
cierro los ojos y caigo en tus brazos
siento como un agujero en la piel
y esa podría ser mi vida
lo sabes tu? yo no lo sé

Quienquiera que alguna vez haya sentido
una herida quemándole el alma
como una estrella, que siendo una brasa,
quema la noche y su luna de plata
comprenderá lo que es entregarse en todo
en cuerpo, en vida, en alma.

domingo, 20 de enero de 2008

A veces siento que somos como velas, y que nuestra llama está alimentada por nuestros sentimientos - por nuestras alegrías, por nuestras tristezas, por nuestros dolores, por nuestros enojos, por nuestras pérdidas...
Estos sentimientos son como la llama de una vela, que la consume pero que a la vez es su razón de ser, ya que sin ella la vela no tendría sentido, no sería más que un pedazo de cera a la espera de alguien que la encienda en busca de un poco de luz.
Así, cuando bloqueamos nuestros sentimientos no somos más que un cuerpo apagado, incapaces de iluminar a quienes nos rodean, incapaces de llevar nuestra luz a los demás. Cuando evitamos sufrir, cuando evitamos llorar, cuando huimos a la posibilidad de salir lastimados, solo estamos dejando que nuestra vida se apague, que nuestra llama desaparezca, dejándonos en la mayor oscuridad... y entonces empezamos a buscar las llamas de otros para que nos iluminen, y condicionamos nuestras vidas a esos otros, y esa vida deja de ser nuestra para convertirse en una vida vacía, ausente...
Así nos convertimos en un mero adorno, que puede quedar muy lindo como decoración, pero que ha perdido su razón de ser, privando a otros de ser iluminados por esa luz única, esa luz originada en nuestras alegrías, nuestros dolores, nuestras tristezas, nuestros enojos, nuestras pérdidas...
Es irónico como la mayoría de nosotros, cuando necesitamos una vela, cuando necesitamos su luz, no nos fijamos en su forma, o en su color, ni siquiera en la forma de su llama - o si, pero para admirar como esa llama va cambiando y se va reinventando permanentemente, como buscando su verdadero yo. Incluso, al momento de encenderla, la protegemos de cualquier cosa que pueda apagarla, que pueda evitar que esa vela nos brinde su luz.
Y sin embargo, cuando conocemos a alguien, lo primero que hacemos es mirar su forma, su color, y evaluamos su llama, juzgando cada sentimiento que la alimenta, que le da forma. Entonces comenzamos a tratar de cambiar a esa persona, tratando de que su llama sea como creemos que debe ser - o peor aún, como queremos que sea, según nuestros propios intereses - sin darnos cuenta que lo único que conseguimos es matar todo lo que le da forma y lo que alimenta a esa llama. Y así seguimos hasta que finalmente se apaga, y esa persona pasa a ser un mero adorno, perdiendo su razón de ser...
Personalmente, he decidido dejar que la llama de cada uno sea como es, protejiéndola - cuando puedo hacerlo - para evitar que se apague, y sobretodo deteniéndome a admirarla y a ver todo eso que la hace única...
Y también a dejar que mis sentimientos alimenten mi llama, aún si eso implica sufrir, ser lastimado, sentir dolor... básicamente, aún si eso implica sentirse vivo...

martes, 8 de enero de 2008

La luz de una vela que casi no arde
iluminando una imagen de pena
a veces el cielo está tan lejos
teniendo el infierno tan cerca
cada pregunta
cada respuesta ausente
quisiera saber
que es lo que sientes

No dejare para siempre morir tus sueños
ni tu sombra tu alma devorar
no te dejare morir hasta que seas mía
hasta saber que siempre lo serás
cada amanecer
cada anochecer que no estás
mi alma se muere
me pierdo cada día más

Y entonces un ángel llora
y un rayo parte el cielo
cae una gota de sangre
y apaga todos mis sueños
cada momento
cada instante contigo
tú eres mi gloria
y también mi castigo