martes, 22 de enero de 2008

La luna de plata

Nunca sentí tanta fuerza dentro de mí
es como un trueno en mi corazón
mirando dentro de tu alma
incapaz de ver el color
sueño con los ojos abiertos
la mirada perdida en la pared
y eso podría ser mi alma
lo sabes tu? yo no lo sé

Quienquiera que alguna vez haya sentido
una herida quemándole el alma
como una estrella, que siendo una brasa,
quema la noche y su luna de plata

La oscuridad penetra en mi mente
ya no siento más el dolor
solo tú mantienes mis latidos
evitando mi tumba, mi muerte de corazón
cierro los ojos y caigo en tus brazos
siento como un agujero en la piel
y esa podría ser mi vida
lo sabes tu? yo no lo sé

Quienquiera que alguna vez haya sentido
una herida quemándole el alma
como una estrella, que siendo una brasa,
quema la noche y su luna de plata
comprenderá lo que es entregarse en todo
en cuerpo, en vida, en alma.

domingo, 20 de enero de 2008

A veces siento que somos como velas, y que nuestra llama está alimentada por nuestros sentimientos - por nuestras alegrías, por nuestras tristezas, por nuestros dolores, por nuestros enojos, por nuestras pérdidas...
Estos sentimientos son como la llama de una vela, que la consume pero que a la vez es su razón de ser, ya que sin ella la vela no tendría sentido, no sería más que un pedazo de cera a la espera de alguien que la encienda en busca de un poco de luz.
Así, cuando bloqueamos nuestros sentimientos no somos más que un cuerpo apagado, incapaces de iluminar a quienes nos rodean, incapaces de llevar nuestra luz a los demás. Cuando evitamos sufrir, cuando evitamos llorar, cuando huimos a la posibilidad de salir lastimados, solo estamos dejando que nuestra vida se apague, que nuestra llama desaparezca, dejándonos en la mayor oscuridad... y entonces empezamos a buscar las llamas de otros para que nos iluminen, y condicionamos nuestras vidas a esos otros, y esa vida deja de ser nuestra para convertirse en una vida vacía, ausente...
Así nos convertimos en un mero adorno, que puede quedar muy lindo como decoración, pero que ha perdido su razón de ser, privando a otros de ser iluminados por esa luz única, esa luz originada en nuestras alegrías, nuestros dolores, nuestras tristezas, nuestros enojos, nuestras pérdidas...
Es irónico como la mayoría de nosotros, cuando necesitamos una vela, cuando necesitamos su luz, no nos fijamos en su forma, o en su color, ni siquiera en la forma de su llama - o si, pero para admirar como esa llama va cambiando y se va reinventando permanentemente, como buscando su verdadero yo. Incluso, al momento de encenderla, la protegemos de cualquier cosa que pueda apagarla, que pueda evitar que esa vela nos brinde su luz.
Y sin embargo, cuando conocemos a alguien, lo primero que hacemos es mirar su forma, su color, y evaluamos su llama, juzgando cada sentimiento que la alimenta, que le da forma. Entonces comenzamos a tratar de cambiar a esa persona, tratando de que su llama sea como creemos que debe ser - o peor aún, como queremos que sea, según nuestros propios intereses - sin darnos cuenta que lo único que conseguimos es matar todo lo que le da forma y lo que alimenta a esa llama. Y así seguimos hasta que finalmente se apaga, y esa persona pasa a ser un mero adorno, perdiendo su razón de ser...
Personalmente, he decidido dejar que la llama de cada uno sea como es, protejiéndola - cuando puedo hacerlo - para evitar que se apague, y sobretodo deteniéndome a admirarla y a ver todo eso que la hace única...
Y también a dejar que mis sentimientos alimenten mi llama, aún si eso implica sufrir, ser lastimado, sentir dolor... básicamente, aún si eso implica sentirse vivo...

martes, 8 de enero de 2008

La luz de una vela que casi no arde
iluminando una imagen de pena
a veces el cielo está tan lejos
teniendo el infierno tan cerca
cada pregunta
cada respuesta ausente
quisiera saber
que es lo que sientes

No dejare para siempre morir tus sueños
ni tu sombra tu alma devorar
no te dejare morir hasta que seas mía
hasta saber que siempre lo serás
cada amanecer
cada anochecer que no estás
mi alma se muere
me pierdo cada día más

Y entonces un ángel llora
y un rayo parte el cielo
cae una gota de sangre
y apaga todos mis sueños
cada momento
cada instante contigo
tú eres mi gloria
y también mi castigo